viernes, 2 de mayo de 2008

EPITAFIO PARA LA HISTORIA


Para Ernesto Francisco, en ese medio día tropical, que secuestro su amor y comprensión del ser humano, mi solidaridad y respeto al resentimiento que le creamos.

El latir de su corazón se aceleraba y el sudor corría a cantaros, sus endebles piernas se apresuraba hasta menguar su arduo esfuerzo, los minutos se unían en horas de angustias, divisaba ya en la lejanía la silueta agachado, esposado y semi desnudo..., sus pasos se hicieron cada vez mas lentos y el ritmo cardiaco comenzó a descender, ahora ante sus ojos se reflejaba una situación sumamente confusa, trataba de ordenar cada una de sus ideas ¿Porque esta escena dantesca?, Si el hombre humilde lleno de amor, estaba ahí, él le había enseñado a creer en el ser humano, y era precisamente este quien lo vejaba y golpeaba, ¿Bastaba verdaderamente con estudiar, impulsar la moral, las buenas costumbres y la dignidad, de la que él le hablaba a diario? Además, la radio fue muy clara, ¡se suponía que habían ganado los buenos!.

Muy temprano lo vio salir, se marchaba para recuperar su dignidad, vilmente mancillada por aquellos que nunca se preocuparon por nosotros, por amor a la patria y para que todos viviéramos en una sociedad mas humana, mas justa, por eso él tenia que ser de los buenos, de los que habían triunfados. Ernesto trato desde lo lejo observar aquel rostro afable que lo nutria de cariño y comprensión, perpetua, pero ahora parecía desfigurarse, le corría el sudor, que se mezclaba con la sangre que emergía de su frente, los ojos desorbitados y vidriosos, parecían retener las lagrimas de la frustración, contra el látigo permanente del sistema.
Los verdugos vestían de negro. ¿Por que los sistemas se valen de peones para perdurar?. No merecia respeto, tal vez porque nunca uso uniforme. Ademas si era solo un albañil, que le encantaba leer a Bolívar y al Che..., el accionar fue sumamente rápido aquel ruido estridente, del FAL que destrozo sus pensamientos, e hizo desgonzar su cuerpo, aseguraba el final de sus utopías habituales, nuevamente los sueños eran silenciados por las bestias, Ernesto Francisco activo nuevamente el sobresalto de su corazón, se le detuvo el tiempo, le estaban confiscando los momentos de felicidad que le quedaba por vivir y que tan solo durante 10 años se lo permitimos poseer, el sistema le quitaba a su hermano, amigo y padre. Conteniendo sus lagrimas lentamente se logró acercar, y aun sentir el calor del cuerpo que yacía sin vida, entre sollozo solo le oímos jurar que el no moriría jamás...

Tal vez nunca tendrá un epitafio para la historia, pero él y solo el la escribió.


(*) Honor y Gloria a los caídos durante el 27 de febrero de 1.989, 4 de febrero y 27 de noviembre de 1.992.


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